La trampa invisible de la comodidad

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Hace un tiempo hablé con un amigo que me dijo algo que se me quedó dando vueltas:
«No sé en qué momento mi vida se volvió tan cómoda… pero tan vacía.»

Me lo dijo con una taza de café en la mano, sentado en un sillón tan cómodo que parecía tragárselo. Y esa frase se me clavó. Porque es algo que no se nota al principio… pero pasa.

Todo empieza con cosas pequeñas.
Quieres menos estrés, más orden, menos caos. Lo entiendo, todos lo queremos.
Buscas lo práctico, lo que te ahorre tiempo, lo que no te saque de tu zona de confort.
Te instalas en una rutina agradable. Comida rica, entretenimiento a un clic, tecnología que piensa por ti.

Y sin darte cuenta… te apagas por dentro.

No de golpe. No con drama. Sino lentamente.
Como una vela que sigue encendida, pero con una llama débil.

Lot no se mudó a Sodoma de un día para otro.
Primero acampó cerca.
Después, ya vivía adentro.
¿En qué momento cruzó la línea? Nadie lo sabe con exactitud. Ni siquiera él.

Sodoma era atractiva: estable, cómoda, llena de recursos. Pero espiritualmente letal. Y Lot, como muchos de nosotros, fue anestesiado por esa comodidad.

No, no estoy diciendo que tener comodidad sea pecado.
Pero cuando haces de la comodidad tu meta principal, estás en riesgo.
Porque hay un tipo de comodidad que mata lentamente tu fe.
Que te aleja de tu propósito. Que apaga tu pasión por Dios.
Y lo peor… ni te das cuenta.

A veces, tú y yo también estamos en «Sodoma».
No porque amemos el pecado, sino porque nos sedujo lo fácil.
Nos quedamos en lugares que enfrían nuestra alma, solo porque son prácticos y accesibles.

Pero déjame decirte algo sin filtro:
La comodidad sin Dios es solo una trampa disfrazada de bendición.

Es mejor estar en el desierto, con la presencia de Dios,
que en Sodoma, rodeado de lujos, pero con el alma seca.

Así que hoy te invito a hacerte esta pregunta con honestidad brutal:
¿Dónde estás acampando tú?

¿Estás en un lugar que te acerca más a Dios?
¿O simplemente te acomodaste en algo que te adormece?

Recuerda esto:
No todo lo cómodo es bendición.
Y no todo lo difícil es castigo.
A veces, lo incómodo es justo el camino donde Dios trabaja en ti.

Reflexiona. Ajusta. Muévete si es necesario.
La fe no crece en la comodidad. Crece en la decisión de vivir con intención.

Inspirado de: Un milagro cada día.

Sherping
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